viernes, 20 de noviembre de 2015

La Senda del Rey: Un camino de collalbas

Portada del libro, Fotografía de Ana Manotas

En estos días en que la famosa CRISIS ha conseguido reducir la cantidad de obras escritas que se publican en papel, aparece una nueva entrega de los blogueros extremeños, exquisitamente editada. Quizás se "han ido un poco los verdes" en algunas fotografías pero, el conjunto es realmente bueno. Aquí la Fundación  Xabier de Salas y la Dirección General de Turismo han apostado por un valor seguro, y han acertado. Hablo de valor seguro porque las anteriores adiciones en las que han colaborado los Blogueros Extremeños han quedado a cual mejor. Seguramente esta obra no habría visto la luz si no fuera por el impagable esfuerzo que Nacho Fernández y José Manuel López han puesto en ella.
Ha sido un placer poder aportar mi granito de arena a esta publicación, junto a tantos grandes artistas de la prosa y la fotografía que nos hacen posible llegar hasta los rincones más bello de nuestra tierra, os dejo con mi capítulo, espero que os guste. 

La Senda del Rey: Un camino de collalbas
Este interesante camino de alrededor de treinta y cinco kilómetros enclavado entre Don Benito y Castuera, presenta en buenas condiciones para recorrerse a pie, a caballo o en bicicleta.
Además de bien señalizado el firme se encuentra en óptimas condiciones, puesto que la arena procedente de los berrocales graníticos propios de la zona, imprime claridad al firme, que no suele ser polvoriento pese a la sequedad del estío. Sin embargo, algunos puntos resultan algo confusos, quizás por la existencia de numerosos cruces de caminos ganaderos, y pistas de nueva creación. Durante el recorrido el paisaje resulta entretenido. Lejos de la monotonía las dispersas encinas se intercalan en los cultivos de secano: llanuras cerealistas, almendros, olivares y barbechos que suelen ser la antesala de una comarca singular, La Serena. En su entorno además encontramos numerosas construcciones de la interesante etnografía agraria de la zona, como chozos, apriscos, y blancos cortijos. Con destacado interés aparece la localidad de Magacela, a su incomparable castillo habría que añadir el dolmen que aparece en la zona baja del pueblo, situado junto al camino que conduce hacia la ermita de Nuestra Señora de Los Remedios, que sustenta numerosos nidos de cigüeña blanca. Tampoco podemos olvidarnos de visitar las pinturas rupestres situadas en los distintos abrigos de la sierra si tomamos la dirección hacia La Haba. Destacan "El Abrigo de los Gallos", "El Abrigo de La Tahona", El Abrigo de Las Cazoletas" o el de "La Cueva del Búho".
Magacela y su entorno. Pincha en la foto y la verás mejor

No nos olvidemos que Magacela es Bien de Interés Cultural con la categoría de Conjunto Histórico desde el año 1994. Su arquitectura popular añadido a una excelente ubicación y el sosiego de recorrer sus calles, bien merece ser empleado como descanso obligado en el meridiano de la ruta.
Ya en las cercanías de Campanario encontramos el embalse del Paredón. La fecha de su construcción ha generado una gran controversia puesto que hay quien afirma que es romano, mientras que lo que parece más sensato es reconocer que fuera construido entre los siglos XVI y XVIII. Conocerlo bien merece una pequeña desviación desde nuestro itinerario, para saborear las posibilidades que nos ofrece. Bajo su muro encontramos un molino adosado a la presa, donde podremos observar las piedras de moler y conocer algunas de las claves de su antiguo funcionamiento.
Esta zona merece para mí una especial atención en los días finales de agosto y el mes de septiembre, justo en el momento en que diferentes aves paseriformes llevan a cabo la migración transahariana atravesando estos territorios. Aún recuerdo, como si de ayer se tratara, el día en que junto a las collalbas pudimos observar a los flamencos. Si no os importa, paso a relataros las sensaciones vividas en aquella jornada no muy lejana en el tiempo.
Collalba gris en La Senda del Rey

Todavía no había amanecido cuando detuve el coche en mi tramo favorito para la observación de las collalbas. El inicio de nuestro recorrido se sitúa entre Campanario y La Guarda. Hace varios años que durante estos días que extinguen agosto, suelo recorrerla con el Dr. José Luis Pérez Chiscano, quien comenzó estos transectos mucho antes que yo, y que continuaremos hasta octubre.
Ha llovido algo esta noche, poco, cuatro gotas, pero lo suficiente para que el amanecer rompa con un amable olor a tierra mojada. Las primeras luces traen consigo a las primeras hormigas aladas.
-¡Fantástico! Seguro que hoy no nos vamos "bolos".
Caminamos lentamente, los dedos sobre la rueda de enfoque de los prismáticos, por lo que pueda aparecer y los ojos en el horizonte. Nos sorprende el aflautado canto del alcaraván que rápidamente tratamos de encontrar. No ha habido suerte, estará perfectamente mimetizado entre las retamas o los bolos de granito. Cuatro gangas ortegas despegan de la charca que tenemos a apenas 15 metros a nuestra izquierda.
-¡Pteróclidos!- exclama José Luis, glu, glu, glu... y se pierden en el horizonte, no volverán hasta la caída de la tarde.
Tarabilla norteña

Aunque el sol no ha salido, hay buena luz, ahora son dos conejos los que se esconden entre los bolos de granito.
-¡La primera!
Sí, sobre la alambrada de espinos que bordea el camino hay un precioso macho de collalba gris. Sube y baja su pecho con movimiento espasmódico, permitiendo ver la "T" invertida en su cola. Se deja caer al suelo, captura su "bocadito de hormigueo alado" y vuelta al poste de la alambrada.
Más adelante otra, y luego otra más, en apenas tres kilómetros y medio hemos conseguido detectar nada menos que cuatro collalbas grises, junto con ellas dos collalbas rubias y una tarabilla norteña.
-Todavía no se ven bisbitas campestres.
- Otros años llegaron más tarde, -me recuerda José Luis-.
- El año pasado pico más alto lo tuvimos la última semana de septiembre ¿te acuerdas?
- Por aquí tengo los datos en mi cuaderno de campo. Sí, veintiocho collalbas grises, cinco collalbas rubias y seis tarabillas norteñas el día veinticuatro de septiembre.
Casi sin quererlo llegamos al final del recorrido, ya se ve Castuera al fondo, echando la vista atrás divisamos el castillo de Magacela. Ahora sobre nosotros se cierne una culebrera europea que parece no temernos en absoluto.
- ¿Qué sabes de este camino? lo llaman la Senda del Rey ¿no?
- Algo sé: "Entra en el término de Castuera desde el de Campanario por los Campillos, cruzando el camino de Zalamea a Campanario que forma la línea de términos. Dentro del término de Castuera atraviesa la vereda por la finca Marinas de Palomera llevando consigo el camino de Don Benito a Castuera o Senda del Rey. Pasando después entre parcelas de labor con encinas de El Hornillo, cruzando el camino de Quintana a Campanario y yendo paralela y contigua a la vía del ferrocarril Madrid-Badajoz durante más de tres kilómetros".
- Entonces la "Senda del Rey" es un antiguo camino para ir desde Don Benito a Castuera ¿no?
- Así es, lo que en tiempo fue el camino ganadero más transitado de la zona, donde ovejas, perros y pastores allanaban el camino con sus pisadas, ahora sirve para que "los locos de los pájaros" se pongan a contar collalbas. Así es la vida.
 - Son las diez y media de la mañana, hay que darse la vuelta.
- ¿Quieres que pasemos por el embalse del Paredón?
- Vale, nos cae casi de paso. En estas fechas suele haber un buen paso de limícolas.
Este año el embalse está muy bajo, en la orilla opuesta a la presa es donde suele haber más aves. Hay un camino perimetral en el que sabiamente han plantado árboles, que además de buena sombra nos permiten ocultarnos para observar a las aves desde una distancia prudencial que no las espanta.
-Fíjate, hay dos ¡flamencos!
- ¡Son cuatro! ¿ves los otros dos que están en la otra orilla?
-Todos son jóvenes, en estas fechas suelen observarse en distintos puntos de Extremadura, escuché que en el embalse de Villalba de los Barros hay un grupo de más de veinte, con adultos de plumaje bien colorido.
Jóvenes flamencos en el Embalse del Paredón

Es asombroso observar un ave tan grande en esta orilla panda, como introducen apenas su curvado pico y se alimentan al unísono en lo que parece una sincronización perfecta.
Además de los flamencos tenemos una veintena de cigüeñuelas, tres archibebes comunes y dos claros, un combatiente y numerosos andarríos chicos y grandes. La vida bulle en el ocaso del verano, y todavía quedan muchas aves más por llegar. Compartirán unos días con nosotros en su descanso merecido durante el largo viaje. Aquí estaremos, aunque solo sea para disfrutar observándolas. ¿Alguien se anima?
Podeis descargaros el libro en este enlace:


 


No hay comentarios:

Publicar un comentario

Seguidores