Hechos de
nube y pluma
Hechos
de nube y pluma, amasadas por los vientos que suben y bajan de la ladera.
Moldeados al antojo de esas fuerzas invisibles que juegan con nosotros
haciéndonos vislumbrar aquellas figuras que idea tan sólo nuestra mente.
Vista de La Vera desde el mirador de la subida al Refugio de El Brezo, Losar de La Vera |
Así aparecieron
ante mis ojos los cielos de La Vera, cuando el último viaje de aquel mayo
tormentoso, alcancé a subir hasta el cerro de Mesallana. Las nubes se agarraban
tanto a la cresta del Almanzor, que si cabe, lo vestían más altivo y arrogante
sobre las cumbres vecinas.
Estaba
ya la primavera llagando a su fin y sin embargo, las nubes perpetuas sobre las
vegas del Tiétar y el Campo Arañuelo parecían anunciar la vuelta del invierno. Desde
luego, existen pocos lugares semejantes en Extremadura para saborear el paso de
las estaciones; aquí existen (y se sienten), de verdad.
Pasaron
los días y los gritos de los vencejos me devolvieron al sabor del verano, "no existe un ave que lo anuncie mejor",
pienso mientras recuerdo aquellos días de fin de curso en la EGB, en que con
las notas en la mano subía la calle de Los Árboles hasta mi casa, despedía un curso
más y mientras, el coro de vencejos gritaba sobre los tejados de las casas
bajas.
Juvenil de mirlo acuático en la Garganta Jaranda |
Ahora
apetece acercarse a las gargantas, donde la melodía del agua se activa por el
balanceo del mirlo acuático sobre la roca que vertebra las corrientes. También
salió el lagarto verdinegro a termo-regularse, antes de que un enorme ocelado
asomara confiado en la subida al Trabuquete.
Esta
extensa tarde la dedico a subir hasta el refugio del Brezo, en Losar de La
Vera. Abrigado por las cumbres de La Covacha espero a que caiga la noche. El
ulular del cárabo me recuerda que no estoy solo, seguro que hay mil ojos
observándome y solo quizás, algún lobo ibérico recorra la misma umbría vereda
que yo. Hay algunos datos de tímidas incursiones de esta mítica especie, venidas
desde las vecinas tierras norteñas de El Raso y Candeleda. Solamente abrigar la
esperanza de su presencia me altera el pulso, mientras la noche despliega su
inmenso manto de estrellas. En estas cumbres la contaminación lumínica es
mínima, las luces lejanas de los pueblos se disipan lejanas en la vega del
Tiétar, mientras que la montaña va creciendo a medida que los ojos se van
acostumbrando a la oscuridad, y las estrellas tintinean más fuerte a medida que
avanza la noche.
Cae la noche sobre Gredos, refugio de El Brezo. Losar de La Vera |
Al
igual que le deben al silencio su voz los ruiseñores, la perspectiva del cielo
necesita de la referencia del suelo para saborear su grandeza. Asomado a la Garganta Jaranda descubro que ha llegado
el otoño. En Extremadura no había conocido un balcón como este: en la cima la
nieve de Gredos, tras ella la multicolor paleta de los robles y los castaños que
cobija las pocas apariciones antrópicas que salpican la ladera. Más arriba son
las nubes quienes establecen las relaciones entre el cielo y el suelo.
Garganta Jaranda |
No son
las únicas, las aves parecen preguntas del cielo a la tierra que quizás alguien
se atreva a responder. Aquí viven las más grandes: buitres y águilas reales
apegadas a las cárcavas rocosas, incluso algún nuevo visitante como el
quebrantahuesos, que aparece de forma regular procedente de las crestas de
Cazorla, quizás un día decida quedarse, pero eso le toca decidirlo a él, de
momento nos obsequia con su poderosa silueta sobre las cumbres más altas moldeando
las nubes con sus plumas.
Buitre leonado (Gyps fulvus), Guijo de Santa Bárbara |
Estos
mismos momentos se suceden año tras años aquí, en la comarca de La Vera. Espero
que sepamos valorarlo y podamos disfrutarlos durante muchos años.
Esta es mi pequeña y humilde aportación al
libro "Cielos de Extremadura",
coordinado por Atanasio Fernández y José Manuel López cuya portada aquí os dejo