miércoles, 3 de abril de 2024

Encuentros con el LINCE

 

Lince Ibérico (Lynx pardina) dedicada a mis Amigos del Oeste

Entre los mamíferos que habitan Extremadura hay dos especies que siempre han tenido una connotación  especial para mí, son el Lobo ibérico y el Lince ibérico.

 

El lobo nos dejó como habitante natural de esta región en los primeros años de la década de los noventa, realizando desde entonces tímidas incursiones desde las áreas limítrofes del norte donde todavía hoy habita. Esperemos que en breve podamos disfrutar de nuevo de esta maravillosa especie, que aniquilamos de este territorio, pero que parece que vuelve a reclamar se espacio.

El pasado mes de enero, tuve la suerte de encontrarme con el lince. Lo había buscado insistentemente en la zona, encontré sus letrinas, recopilé numerosas comunicaciones de localizaciones de camadas pasadas y avistamientos, pero el gran felino seguía sin querer encontrarse conmigo.

Como quien no quiere la cosa, un día después de Reyes por fin tuve mi regalo, ¡y menudo regalo!


Apareció tímido tras un bolo de granito, semioculto entre las retamas. Mientras permanecía quieto apenas se divisaba, gracias a su increíble mimetismo ¡qué bien conseguido! Me quedé petrificado junto al tronco de una gran encina, evitando hacer movimientos bruscos y tratando de mimetizar mi silueta. Al poco el lince comenzó a caminar en mi dirección, acercándose más rápido de lo que podía imaginar. Mientras tanto, la cámara temblaba entre mis dedos y se me alteraban los pulsos de la indescriptible emoción.


     Para mayor sorpresa apareció otro individuo más pequeño, y pude comprobar que uno de ellos llevaba emisor y el otro no. Se trataba de una pareja en pleno celo, que para mayor suerte para mí decidieron copular a apenas a 25 m de donde me encontraba. No sé el tiempo que estuve disfrutando de este inesperado encuentro, pude contar hasta 5 cópulas y escuchar como las maullidos se transformaban en rugidos tras un rato tumbados entre el sotobosque. 


Al final la hembra dejó de estar receptiva y plantaba cara al macho cada vez que este trataba de acercarse a ella de nuevo.


 En poco tiempo desaparecieron entre la vegetación mediterránea que abunda en la zona y me relajé volviendo a tomar pulso ante lo que acababa de presenciar. A finales de marzo tendremos otra camada de este fantástico felino en la zona y ojalá recuperemos al lobo también en el norte de Extremadura.



 

viernes, 10 de diciembre de 2021

El ave que vino del frío

 


Hubo un tiempo no muy lejano en que las aves nos indicaban el paso de las estaciones, así como las golondrinas y cigüeñas nos trasmitían que se acercaba la primavera, había otras que hacían lo propio con el invierno, incluso por ello tenían el correspondiente nombre vernáculo en castellano. Es el caso del Avefría europea (Vanellus vanellus), que en nuestro territorio era conocida como "aguanieves", su nombre de forma sencilla lo dice todo. Sin embargo debido a numerosos cambios en el ecosistema, esta especie ha pasado de venir desde el frío norte para alimentarse aquí durante el suave invierno, a conseguir reproducirse habitualmente. A ello ha contribuido el cambio en los usos agrarios, y por ello no resulta difícil encontrar parejas reproductoras en los arrozales de Palazuelo, Elvas o Campomaior, en las lagunas de La Albuera o el Azud de Badajoz por poner unos ejemplos. Ahora las aves que nos indican la llegada del invierno son otras, quizás los chorlitos dorados o los ánsares, quien sabe durante cuánto tiempo.

lunes, 24 de diciembre de 2018

El nacimiento de los Urban-birders extremeños





El nacimiento de los Urban-birders extremeños


Comenzaban los años ochenta y un mundo nuevo se abría camino en los distintos campos. Quizás el nexo de unión que nos impulsó adelante fue pensar que cambiar las cosas era posible, y que estábamos en el momento justo de hacerlo. Mientras tanto, en blanco y negro se paraba el país, la sintonía de Antón García Abril anunciaba el comienzo de "El Hombre y La Tierra". Entonces despertaba el movimiento asociativo en España. Aquel Badajoz que todavía destilaba aire provinciano, era un lujo para todos los que vivíamos allí, pues tenía muy próximo el campo, y nos permitía un singular contacto con la naturaleza que nos aislaba de la incipiente urbe. Poco a poco aquellos mozalbetes con inquietudes distintas al resto de su generación, nos dimos cuenta de que no éramos los únicos, comenzamos a fijarnos en que había alguien más con inquietudes parecidas, y aspecto semejante a nosotros. Nos delataban nuestros pantalones cortos (vaqueros recortados por nosotros mismos), bicicletas de ruedas grandes (más que de bmx o trialsin, lo que queríamos es recorrer largas distancias), y  de "quinta, más que segunda mano", y unos prismáticos enormes que colgaban de nuestro cuello (no existían arneses por entonces), de tan solo dos marcas: Zuper Zenith o "Los Rusos", que tenían un nombre impronunciable.
                En aquellos años ya practicábamos la frase de David Lindo "Look up" (mira arriba), o tal vez es que no hacíamos otra cosa. En mi barrio de Badajoz, Pardaleras, existían varias parejas de cernícalo primilla (Falco naumanni), una de ellas situada en el edificio Valverde de la avenida Fernando Calzadilla,  podía verla desde el balcón de mi casa. Y sí, antes de que existieran las famosas aplicaciones de censos y conteos para estadística, yo apuntaba en mi cuaderno de campo las veces que el macho aportaba ceba, claro está, fuera del horario del colegio. Además de esta pareja existían otras en los edificios de las inmediaciones, tanto en Juan Sebastián Elcano como en Fernando Sánchez Sampedro. 


Otra de mis especies favoritas siempre han sido los vencejos. En la calle La Maya existía una pequeña colonia, sus nidos estaban situados en la apertura de la cámara de aislamiento existente entre mi edificio y el contiguo. Además de vencejos había varias especies de murciélagos como el murciélago rabudo, el murciélago hortelano o el pigmeo. Sí, aunque parezca mentira, todo eso había en mi calle.
Me encantaba observar los corros de vencejos, en persecuciones de vértigo con unos gritos ensordecedores que me impedían apartar la vista de ellos. Si tuviera que buscar un sonido que rápidamente me evocase una tarde de verano, sin duda sería este. Mientras tanto, mis amigos permanecían impasibles sentados en unas escaleras cercanas y perennes, recordando el último capítulo de "Mazinger Z", o de "El coche Fantástico".
Y como no, tuve que escuchar mil veces la frasecita: "solo tienes pájaros en la cabeza" seguida de risas burlonas, en fin, yo seguía a lo mío.
Otra de mis rutas habituales era bajar la calle Juan Sebastián Elcano hasta Antonio Masa Campos, donde podía observar el nido de cigüeña blanca de la torre de la Residencia Hernán Cortés. Al menos han sido 30 años seguidos siguiendo sus avatares. Este quizás fuera el nido más famoso de la ciudad de Badajoz.
Algo más tarde, cuando estudiaba Bachillerato en el instituto Zurbarán, descubrí uno de los mejores paseos de la ciudad: el jardín de la avenida de Huelva. En sus palmeras anidaban los vencejos pálidos, una de las primeras citas españolas junto con Sevilla, pero además al caer la noche aparecía una de mis aves favoritas: el autillo (Otus scops). Había que estar muy atento a su canto "Tiu....tiu...", pues se posaba sobre las altas farolas donde el resplandor lo ocultaba y costaba bastante verlo. Una vez localizado había que estar atento a cuando se dejaba caer al suelo ensimismado en capturar algún descuidado ratoncillo que cruzaba entre los setos, estos ratoncillos eran mucho más comunes aquí que los insectos habituales de su dieta.


Pero sin duda, la joya para disfrutar de las aves era el río Guadiana, la verdadera arteria verde de Badajoz. Era el mes de noviembre de 1989, "hacía un frío que pelaba" y alguien de la universidad afirmaba que en unos eucaliptos próximos al azud, recién construido, se estaban observando dos especies nuevas para Extremadura, la espátula (Platalea leucorodia) y el morito (Plagadis falcinellus). Como no podía ser de otra manera allí que nos fuimos y reitero lo de un "frío que pelaba". Tras muchas garcillas bueyeras, garcetas comunes y grajillas por fin aparecieron sus siluetas inconfundibles en el naranja de la puesta de sol: se trataba de dos espátulas y un morito, que volvían fieles a su cita con el sueño en la concurrida "garcera" del azud. Hoy estas especies son habituales en la zona, sin ningún esfuerzo pueden observarse a placer, sin embargo en estos momento se sucede un espectáculo en la tarde invernal difícil de superar. Se trata del retorno sincronizado al dormidero de alrededor de 400 moritos, que sobrevuelan los monumentos árabes de la ciudad, en ese momento donde ambiguas luces, unas que se extinguen y otras que se encienden, parecen preparadas para recibirlos. Un espectáculo increíble y gratuito con que nos obsequia la naturaleza sin esperar nada a cambio, tan solo hay que colocarse en la zona central del Puente de Palmas y esperarlos, yo lo hago varias veces al mes y espero seguir disfrutándolo durante muchos años. ¿os animáis?



viernes, 1 de diciembre de 2017

Hechos de Nube y Pluma, los cielos de La Vera




Hechos de nube y pluma
Hechos de nube y pluma, amasadas por los vientos que suben y bajan de la ladera. Moldeados al antojo de esas fuerzas invisibles que juegan con nosotros haciéndonos vislumbrar aquellas figuras que idea tan sólo nuestra mente. 

Vista de La Vera desde el mirador de la subida al Refugio de El Brezo, Losar de La Vera

Así aparecieron ante mis ojos los cielos de La Vera, cuando el último viaje de aquel mayo tormentoso, alcancé a subir hasta el cerro de Mesallana. Las nubes se agarraban tanto a la cresta del Almanzor, que si cabe, lo vestían más altivo y arrogante sobre las cumbres vecinas.
Estaba ya la primavera llagando a su fin y sin embargo, las nubes perpetuas sobre las vegas del Tiétar y el Campo Arañuelo parecían anunciar la vuelta del invierno. Desde luego, existen pocos lugares semejantes en Extremadura para saborear el paso de las estaciones; aquí existen (y se sienten), de verdad.
Pasaron los días y los gritos de los vencejos me devolvieron al sabor del verano, "no existe un ave que lo anuncie mejor", pienso mientras recuerdo aquellos días de fin de curso en la EGB, en que con las notas en la mano subía la calle de Los Árboles hasta mi casa, despedía un curso más y mientras, el coro de vencejos gritaba sobre los tejados de las casas bajas. 

Juvenil de mirlo acuático en la Garganta Jaranda

Ahora apetece acercarse a las gargantas, donde la melodía del agua se activa por el balanceo del mirlo acuático sobre la roca que vertebra las corrientes. También salió el lagarto verdinegro a termo-regularse, antes de que un enorme ocelado asomara confiado en la subida al Trabuquete.


Esta extensa tarde la dedico a subir hasta el refugio del Brezo, en Losar de La Vera. Abrigado por las cumbres de La Covacha espero a que caiga la noche. El ulular del cárabo me recuerda que no estoy solo, seguro que hay mil ojos observándome y solo quizás, algún lobo ibérico recorra la misma umbría vereda que yo. Hay algunos datos de tímidas incursiones de esta mítica especie, venidas desde las vecinas tierras norteñas de El Raso y Candeleda. Solamente abrigar la esperanza de su presencia me altera el pulso, mientras la noche despliega su inmenso manto de estrellas. En estas cumbres la contaminación lumínica es mínima, las luces lejanas de los pueblos se disipan lejanas en la vega del Tiétar, mientras que la montaña va creciendo a medida que los ojos se van acostumbrando a la oscuridad, y las estrellas tintinean más fuerte a medida que avanza la noche.

Cae la noche sobre Gredos, refugio de El Brezo. Losar de La Vera

Al igual que le deben al silencio su voz los ruiseñores, la perspectiva del cielo necesita de la referencia del suelo para saborear su grandeza. Asomado a la Garganta Jaranda descubro que ha llegado el otoño. En Extremadura no había conocido un balcón como este: en la cima la nieve de Gredos, tras ella la multicolor paleta de los robles y los castaños que cobija las pocas apariciones antrópicas que salpican la ladera. Más arriba son las nubes quienes establecen las relaciones entre el cielo y el suelo. 
Garganta Jaranda

No son las únicas, las aves parecen preguntas del cielo a la tierra que quizás alguien se atreva a responder. Aquí viven las más grandes: buitres y águilas reales apegadas a las cárcavas rocosas, incluso algún nuevo visitante como el quebrantahuesos, que aparece de forma regular procedente de las crestas de Cazorla, quizás un día decida quedarse, pero eso le toca decidirlo a él, de momento nos obsequia con su poderosa silueta sobre las cumbres más altas moldeando las nubes con sus plumas. 
Buitre leonado (Gyps fulvus), Guijo de Santa Bárbara

Estos mismos momentos se suceden año tras años aquí, en la comarca de La Vera. Espero que sepamos valorarlo y podamos disfrutarlos durante muchos años.

Esta es mi pequeña y humilde aportación al libro "Cielos de Extremadura", coordinado por Atanasio Fernández y José Manuel López cuya portada aquí os dejo


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