viernes, 1 de diciembre de 2017

Hechos de Nube y Pluma, los cielos de La Vera




Hechos de nube y pluma
Hechos de nube y pluma, amasadas por los vientos que suben y bajan de la ladera. Moldeados al antojo de esas fuerzas invisibles que juegan con nosotros haciéndonos vislumbrar aquellas figuras que idea tan sólo nuestra mente. 

Vista de La Vera desde el mirador de la subida al Refugio de El Brezo, Losar de La Vera

Así aparecieron ante mis ojos los cielos de La Vera, cuando el último viaje de aquel mayo tormentoso, alcancé a subir hasta el cerro de Mesallana. Las nubes se agarraban tanto a la cresta del Almanzor, que si cabe, lo vestían más altivo y arrogante sobre las cumbres vecinas.
Estaba ya la primavera llagando a su fin y sin embargo, las nubes perpetuas sobre las vegas del Tiétar y el Campo Arañuelo parecían anunciar la vuelta del invierno. Desde luego, existen pocos lugares semejantes en Extremadura para saborear el paso de las estaciones; aquí existen (y se sienten), de verdad.
Pasaron los días y los gritos de los vencejos me devolvieron al sabor del verano, "no existe un ave que lo anuncie mejor", pienso mientras recuerdo aquellos días de fin de curso en la EGB, en que con las notas en la mano subía la calle de Los Árboles hasta mi casa, despedía un curso más y mientras, el coro de vencejos gritaba sobre los tejados de las casas bajas. 

Juvenil de mirlo acuático en la Garganta Jaranda

Ahora apetece acercarse a las gargantas, donde la melodía del agua se activa por el balanceo del mirlo acuático sobre la roca que vertebra las corrientes. También salió el lagarto verdinegro a termo-regularse, antes de que un enorme ocelado asomara confiado en la subida al Trabuquete.


Esta extensa tarde la dedico a subir hasta el refugio del Brezo, en Losar de La Vera. Abrigado por las cumbres de La Covacha espero a que caiga la noche. El ulular del cárabo me recuerda que no estoy solo, seguro que hay mil ojos observándome y solo quizás, algún lobo ibérico recorra la misma umbría vereda que yo. Hay algunos datos de tímidas incursiones de esta mítica especie, venidas desde las vecinas tierras norteñas de El Raso y Candeleda. Solamente abrigar la esperanza de su presencia me altera el pulso, mientras la noche despliega su inmenso manto de estrellas. En estas cumbres la contaminación lumínica es mínima, las luces lejanas de los pueblos se disipan lejanas en la vega del Tiétar, mientras que la montaña va creciendo a medida que los ojos se van acostumbrando a la oscuridad, y las estrellas tintinean más fuerte a medida que avanza la noche.

Cae la noche sobre Gredos, refugio de El Brezo. Losar de La Vera

Al igual que le deben al silencio su voz los ruiseñores, la perspectiva del cielo necesita de la referencia del suelo para saborear su grandeza. Asomado a la Garganta Jaranda descubro que ha llegado el otoño. En Extremadura no había conocido un balcón como este: en la cima la nieve de Gredos, tras ella la multicolor paleta de los robles y los castaños que cobija las pocas apariciones antrópicas que salpican la ladera. Más arriba son las nubes quienes establecen las relaciones entre el cielo y el suelo. 
Garganta Jaranda

No son las únicas, las aves parecen preguntas del cielo a la tierra que quizás alguien se atreva a responder. Aquí viven las más grandes: buitres y águilas reales apegadas a las cárcavas rocosas, incluso algún nuevo visitante como el quebrantahuesos, que aparece de forma regular procedente de las crestas de Cazorla, quizás un día decida quedarse, pero eso le toca decidirlo a él, de momento nos obsequia con su poderosa silueta sobre las cumbres más altas moldeando las nubes con sus plumas. 
Buitre leonado (Gyps fulvus), Guijo de Santa Bárbara

Estos mismos momentos se suceden año tras años aquí, en la comarca de La Vera. Espero que sepamos valorarlo y podamos disfrutarlos durante muchos años.

Esta es mi pequeña y humilde aportación al libro "Cielos de Extremadura", coordinado por Atanasio Fernández y José Manuel López cuya portada aquí os dejo


1 comentario:

Seguidores