martes, 12 de mayo de 2015

El ave del poeta



Macho de Roquero solitario (Monticola solitarius)

El despertar del día en el momento en que los tibios rayos de sol parecen detener el viento, traen hasta mi "escondite" el vigoroso canto del roquero solitario. No es de extrañar que este mismo canto cautivase al mismísimo San Juan de la Cruz y de su mutua compañía naciesen estos preciosos versos:


Mi amado, las montañas,
los valles solitarios nemorosos
las ínsulas extrañas
los ríos sonorosos
el silvo de los ayres amorosos,
la noche sosegada
en par de los levantes de la aurora
la música callada
la soledad sonora
la cena que recrea y enamora.

Macho de roquero solitario en Magacela. Extremadura

Ahora, a medida que avanza el día, el macho de roquero solitario se ha adueñado del posadero donde le dejo algunos gusanos como agradecimiento por la sesión fotográfica que ha compartido conmigo. Antes que él estuvieron las collalbas, pero ante su presencia robusta y altiva, huyen despavoridas. Sin embargo varios días después, cuando la hembra ha terminado de incubar y viene a por la "ceba" de sus hambrientos pollos, no consiente la presencia cercana del macho, al cual expulsa sin la menor piedad hasta los abismos de las rocas más alejadas. Todo sea por que el mes que viene, una familia completa de roqueros solitarios visite nuestro "Salón del Gourmet"?
Si nos fijamos con detalle, la hembra está anillada, trataré de saber cuántos años lleva por aquí. Espero que como San Juan y yo, sepáis disfrutar del cobalto canto de las rocas.
Hembra de Roquero solitario con "ceba" para sus pollos
En esta imagen puede observarse la anilla metálica de su pata izquierda

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