Resulta
asombroso observar la vida de una charca desde el aguardo antes del amanecer.
Las primeras voces suelen ser las de las alborotadas cigüeñuelas pero, más
tarde el bullir de aves que vienen y van por las orillas suele alejarme del
sueño que me aqueja a estas horas.
Hoy han
sido los andarríos chicos (Actitis
hypoleucos) los que con sus belicosas carreras me han dejado boquiabierto.
No entiendo el porqué, pero se han pasado la mañana peleando en torno a un trozo de orilla, han llegado hasta las manos,
o mejor dicho: "hasta las patas". Saltaba uno frente a otro
golpeándose con las patas en un brinco parecido al de las grullas en su
"actitud agonística". De cuando en cuando una cigüeñuela se acercaba
poniendo paz entre los alborotadores, mientras les gritaba con insistencia,
parecía decir "haced las paces de
una vez por favor".
Nada como ser participe de todo esto desde la más absoluta discreción. Un saludo Juan Pablo
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