Muchos años
después, cuando los recuerdos se tambaleaban dispersos en mi memoria, me
encontré de nuevo con la nitidez de sus muros. Tras rodear el cerro donde se
asienta, y atravesar las callejas con las fachadas mejor conservadas, engalanadas
con geranios, lirios, gardenias y otras multicolores flores aromáticas, que
quizás contribuyeran a que este conjunto fuera declarado Bien de Interés
Cultural en 1994, me dispuse a subir. En
el ascenso encontré a dos asiduos a pasar la tarde en la cima, discutiendo acerca
de las bondades de sus perros, uno galgo y otro podenco.
Continuo
dejándolos con sus cosas, saco mis prismáticos, y me pongo "a lo
mío". En estos días de finales de
verano la suerte puede obsequiarnos con "un trío de damas", y vamos a
por ellas. Dos se reproducen aquí y una coincide con sus primas sólo durante
"el paso", quizás si os digo que cuentan con una "T" de
color negro invertida en su cola, que destaca sobre las plumas blancas, ya
sabréis que hablamos de collalbas.
En efecto,
la collalba negra cuenta con tres parejas en el entorno del castillo y la
collalba rubia al menos con dos, además con la suerte de las dos variantes o
morfos: gorgiblanca y gorginegra, mientras que la collalba gris visita las
laderas del castillo dos periodos al año: el paso post nupcial a final del
verano, cuando terminó de reproducirse en las tierras altas, y el paso
prenupcial en primavera, cuando se dirige a sus territorios de cría.
En estos
días, cuando se ha alcanzado la cima y se contempla el paisaje desde la altura,
dejando al norte las Vegas Altas del Guadiana y contemplando el inicio de la
extensa penillanura de La Serena hasta las sierras de Puerto Mejoral, o las
dehesas abiertas que se densifican hacia el Ortigas, se advierte que esta
atalaya elevada sobre unos terrenos tan bajos, puede convertirse en un potente y
atractivo imán para las aves que se desplazan elevadas por los vientos en sus
largos viajes migratorios. No en vano, estas rocas han abrigado en días de ventosas
tormentas a roqueros rojos y escribanos hortelanos. Quien sabe hasta donde le
conducía su viaje.
Lo mismo
ocurriría con los pobladores humanos, que desde muy pronto comenzaron a asentarse
en torno a esta fabulosa y atractiva atalaya. Así lo demuestra la presencia en
la misma base del cerro de un dolmen, decorado interiormente con petroglifos de
figuras antropomorfas y zoomorfas, así como solisontes. De él solo se conserva
la cámara circular, que está compuesta por doce ortostatos de granito, pues se
ha perdido el corredor de acceso, su cubierta y el túmulo. También existen abrigos
con pinturas rupestres, situados en la bajada de la cresta de la sierra hacia
el oeste, que atestigua la presencia del venturoso y nómada cazador paleolítico.
Mientras nos dirigimos hacia ellas en cualquier día soleado de primavera, el
estrecho sendero se engalana con los cantos de ruiseñores, oropéndolas, y el
corretear nervioso de las lagartijas colilargas, que ya se encuentran afanadas
en la búsqueda de pareja entre cantuesos y ahulagas. Ahora las bandadas de
grajillas, que anidan en los mechinales de la torre que se mantiene en pie, se
elevan sin esfuerzo mientras lanzan al cielo sus familiares "quía"
que ya nos enseñó "el Azarías" llamando a su "milana".
Entre ellas hay una pareja de chovas piquirrojas que anidan en la iglesia, son
más acrobáticas y discretas.
Observándolas
se pierde la noción del tiempo, que solo se recupera cuando desaparecen tras la
loma, lo mismo que los últimos rayos de sol. Ha llegado la hora de regresar a
nuestro tiempo.
Lagartija colilarga (Psammodromus algirus) |
¡ Precioso ! Saludos.
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